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El Traslado

12 octubre, 2014Ernesto Pérez 0 Comentarios
El Traslado

La fotografía de Ernesto  Pérez de Llanes le ha servido de inspiración a Evita Ortega, una de las colaboradoras del blog . Ha escrito este relato que nos dará mucho que pensar sobre nuestra vida y nuestro trabajo, pero sobre todo nuestro tiempo.

El Traslado

Todo había ocurrido tan deprisa, que casi no había tenido tiempo de digerirlo y mucho menos de disfrutarlo, pero me lo merecía, me lo había currado, sacrificando muchas cosas, tiempo con mi hija, hasta mi madre en algún momento me había pegado alguna cuchillada, cuestionando mi instinto maternal, había perdido oportunidades amorosas, ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que eché un polvo, horas de sueño, vacaciones, horas de comida, no sabía nada de las últimas novedades literarias, ni las pelis que estaban en cartelera, la gente me hablaba de series, espectáculos, nada, idioma desconocido, por supuesto mis amigas había dejado de llamarme hacía tiempo, tachándome de adicta al trabajo, mala madre, sociópata y no quiero imaginar cuantas barbaridades más, no les quito razón y en alguna ocasión les pediré que me agradezcan las horas de entretenimiento que les he brindado despellejandome, un día cualquiera decidí perder también el reloj para no contabilizar ni las horas de trabajo ni las horas que estaba invirtiendo en dejar pasar mi vida personal.

No iba a negar que me fascinaba mi trabajo, no era adicción, tenía un objetivo claro, tenía ambición, quería más, quería todo, y a pesar de las opiniones de los demás, no veía que hiciese malo en ello, me había criado en una casa humilde, triste, donde “vivir la vida” sonaba a serial de radio y nadie se sentía identificado con la frase, mi padre un operario de fábrica que se conformaba con su jornal sin aspirar a nada más, levantarse, trabajar, comer, dormir, todo correcto, esa era la vida y eso es lo que había que hacer, mi madre, empleada de limpieza en una residencia de ancianos levantarse, trabajar, comer, dormir, todo correcto, esa era la vida y eso es lo que había que hacer.

Lo he conseguido todo a base de mal vivir, de becas, de servir copas de repartir publicidad por los portales, de hacer encuestas y un sinfín de mierdas que me permitieron pagarme la carrera, después conocí a Fidel, me enamoró su arrojo, su sillón de gran directivo, su posición, su título nobiliario, sus padres refinados en su mansión, su veraneo con barco incluido, y por supuesto el saldo de su cuenta bancaria, lo digo claramente, soy superficial, me gusta el dinero, soy una pajarraca, una mala tía, pero también debo de decir que de Fidel me enamoré,  pero lo tuve que dejar, por Maricón y por tacaño.

Me he ido por las ramas, el caso es que mi superficialidad, mi ambición y mi sed de pasta gansa, me han llevado a trabajar 18 horas diarias, me lo he currado, me lo merecía ahora soy súper socia de un mega despacho de arquitectos con sucursal propia, abierta para mi solita a muchos kilómetros de Madrid, por fin, reino propio, de un golpe me quito de en medio, a la triste de mi madre, a las arpías de mis amigas y al maricón de mi ex, empiezo de nuevo con mi hija, con mi Paulita, a la que voy a llenar de caprichos.

He venido a pasar unos días a la ciudad que me dará cobijo a partir del mes que ­viene, para supervisar las obras del despacho y empezar a seleccionar al personal, voy a comenzar también a buscar colegio, un buen cole privado, y casa, nada de alquiler, voy a comprar, ahora puedo, ahora me sobra, en el mejor barrio.

Esta mañana he decidido ir paseando al despacho ahora que puedo gestionar mi tiempo, me apetecía ver un poco la ciudad y deambulando por sus calles he ido a parar a una que me ha atrapado, peatonal, estrecha, te invita a la intimar, te acoge, en ella he visto una casa con una gran puerta de madera que he tenido ganas de atravesar, la fachada es sencilla pero con personalidad, lo único que me ha llamado la atención negativamente es que tenía en una de sus ventanas cuerdas con un montón de ropa tendida, eso por supuesto me parece una ordinariez carente de clase que haré desaparecer en caso de llegar a un acuerdo con el dueño, porque para mi suerte la casa está en venta.

En el hotel me han dicho que es un buen barrio, muy céntrico y con buenas comunicaciones hacia los mejores colegios que están a las afueras, por cierto voy a apuntarme en la agenda concertar una visita con uno de los colegios que me han recomendado, ha despertado mi interés uno en concreto porque tiene internado quizás en algún momento lo necesite, al menos al principio hasta que ponga en marcha el despacho y a ver si por el camino encuentro otro Fidel, pero esta vez que no quiera ponerse mis zapatos. Absorta como estoy en mis pensamientos, no me doy cuenta que tengo en frente un tipo bigotudo que se presenta como Juan el de la agencia, Ah sí, le estrecho la mano con cierta reserva, que coño reserva, asco, que el tío parece un cochino bañado en nívea, que miserable es la gente ya podrían haber contratado los propietarios una agencia más exclusiva. La casa es perfecta, soleada, amplia, acogedora, y esa ventana con el tendedero, porque me turba tanto, está totalmente reformada, y todo está a mi gusto, la cocina es una pasada con los mejores electrodomésticos, y ese tendedero de los huevos, en el salón hay un acceso a un patio precioso que nos dará muy buenos momentos en verano, el tendedero, y la bohardilla puede ser mi estudio para no ir al despacho los fines de semana, el tendedero, se me ha metido en la cabeza como una musiquilla, que absurdo el puto tendedero!!.

Acabó de salir de la Notaría, ya está hecho, la casa es mía.. y el tendedero también por si algún día lo único que me quedará fuese levantarme, trabajar, comer, dormir, todo correcto, esa es la vida y eso es lo que hay que hacer.

Evita Ortega.

4 de septiembre de 2014.

 

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